En la década de 1960 apareció en el Reino Unido un camión que se convertiría en la pesadilla de cualquier chofer. Su diseño fue idea de la empresa Carter, que quería optimizar el transporte de vehículos, una actividad en crecimiento durante esos años.
Sin embargo, las ansias de dejar el mayor espacio posible a la plataforma de carga hizo que su modelo fuera extremadamente incómodo. Tanto así que las dimensiones de su cabina figuran entre las más reducidas de todos los tiempos.
El camión Carter, conocido como “mosquito” o “cigüeña”, se basaba en la idea de reducir la cabina del conductor al mínimo, dejando más espacio para un vehículo adicional. Este diseño, aunque ingenioso desde el punto de vista logístico, resultó en una cabina tan pequeña que la comodidad del conductor era inexistente. Equipado con un motor diésel de tres cilindros y dos tiempos, generaba unos 105 CV y estaba montado bajo el suelo, como era común en los buses de la época.
Conducir este camión era una experiencia sumamente desagradable. La cabina solo tenía espacio para un asiento, era ruidosa y carecía de cualquier tipo de confort. Además, debido a la normativa británica de la época, el camión debía ser operado con un asistente.
A pesar de su falta de comodidad, se construyeron cuatro unidades de este camión Carter con mini-cabina. Ninguna de ellas sobrevivió hasta nuestros días. Este camión quedó en la historia como un experimento fallido en la búsqueda de eficiencia en el transporte de vehículos. De hecho, es recordado principalmente por ser un camión «anti-chofer».