En el estado soleado de Florida, la pregunta de si se puede comer mientras se conduce ha generado debate entre los conductores. Contrario a lo que muchos creen, no existen leyes específicas que prohíban esta práctica en el estado, pero eso no significa que los conductores estén exentos de problemas.
La ley y el menú: sin preferencias, pero con excepciones
La ley de Florida no discrimina entre hamburguesas, pizzas o platillos más elaborados. Puede comer lo que desee mientras conduce, ya sea utilizando cubiertos o con las manos. Sin embargo, hay una regla clara: las bebidas que consuma deben ser sin alcohol. Las estrictas leyes de conducción en Florida prohíben el consumo de alcohol al volante, incluso si la bebida permanece cerrada.
Multas y consecuencias: la distracción cuesta caro
Aunque no hay leyes específicas que prohíban comer mientras se conduce, las autoridades advierten sobre las distracciones al volante. El Departamento de Transporte de Florida señala que actividades como comer, hablar con los pasajeros, leer, ajustar la radio o tratar con niños pueden ser tan distractivas como enviar mensajes de texto, aunque no son ilegales.
Al respecto, Angela Zervos, abogada en Florida, advierte sobre los riesgos potenciales de la multitarea al volante. Si comer mientras conduce resulta en una conducción peligrosa, como desviarse o acelerar de manera imprudente, el conductor puede ser multado por una infracción en movimiento, con una sanción que podría llegar hasta los $500.
Conducción temeraria: cuando comer puede tener consecuencias graves
Si la forma de comer provoca un accidente, las consecuencias legales pueden ser aún más severas. Ser acusado de conducción temeraria, definida como operar un vehículo con «desprecio intencional o sin sentido por la seguridad de las personas o la propiedad», puede llevar a penas de hasta 90 días de prisión o multas de hasta $1,000 por delitos posteriores.
Sin dudas, comer mientras estamos al volante resulta tentador; sobre todo si el hambre «aprieta». Pero las consecuencias legales podrían dejarle un sabor amargo. Acaso la excepción de aquel viejo refrán: «barriga llena, corazón contento».